Inauguro este blog en el Observatorio de Prevención de Riesgos y Accidentes con este artículo, bastante condensado, sobre el riesgo de suicidio en el entorno laboral policial, que no pretende, ni mucho menos agotar el tema, pero con el que nos asomamos a este riesgo bastante desconocido.
Es tan simple como permitir que el río fluya, trazando sus meandros naturales, manteniendo su cauce desde el torrente a la llanura para desembocar en la gran amplitud. Pues si el río se desborda por alterar su corriente, puede producir inundaciones graves o muy graves…
Y algo así puede suceder en el mundo laboral, sobre todo al que me referí en una de las ponencias de los últimos cursos que he dirigido al entorno policial, reseñando el feo asunto del acoso laboral y su posible vinculación con la tragedia que está sucediendo en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad respecto a la insostenible incidencia de suicidios entre sus miembros (1).
Acoso laboral y conducta autolítica
Por supuesto que, abordar el problema de la conducta suicida en el ámbito de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad exclusivamente desde la perspectiva de esta incidencia, sería caer en la subjetividad y falta de rigor científico. Pero sobre lo que no cabe duda es que ese grave defecto en las condiciones laborales, en donde no se cuida el clima laboral y no se hace un reajuste de la cultura de las organizaciones acorde con la de la sociedad con la que debe corresponderse, hará que se continúe con ese tóxico ambiente que acaba determinando la infelicidad y los negativos estados de ánimo que conducen al desastre.
En aquella ocasión, uno de los asistentes en la sala negaba algunos de mis comentarios, considerando que no existía tal vinculación y que la incidencia autolítica no era mayor que la media proporcional de suicidios en el resto de la sociedad. Entonces, le solicité el favor de que me remitiese a los estudios que le hacían afirmar su conclusión, y solo obtuve su callada por respuesta, y un desagradable mohín, tal como ocurre con el silencio que se mantiene respecto a esta lamentable cuestión.
Sobre las causas, yo sí me he remitido a algunos estudios existentes, y parece que no hay duda de que, además de otras muchas, la del acoso laboral también se encuentra entre ellas, por eso las referencié en mi charla, a pesar del indisimulable y convulso escepticismo de aquel buen señor, al que solo se me ocurrió contestarle prosiguiendo mi exposición.
Creo que este oyente hizo alguna mueca, entre muchos otros exagerados gestos de contradicción, cuando dije aquello de que «Muchas veces le somos infieles a nuestra libertad, debido al impedimento que nos evita ser realmente libres en varias ocasiones, cual es la propia educación. Lo que quiero decir es que, cuando eres educado, sacrificas la sinceridad restringiendo conductas necesarias que te prohíbes. Eso es ser infiel a tu libertad, creyendo que es por conveniencia, cuando en realidad es una condena a sí mismo».
Aquella expresión venía al hilo de referirme a este tipo de abuso por parte de mandos, que todavía no habían entendido que el silencio del subordinado ante la iniquidad es más debido a la educación que al deber de la obediencia. Pero que no deben olvidar que, afortunadamente, existen recursos con los que se pueden acometer las injusticias.
Y no estoy en contra de la necesidad de la disciplina pertinente y bien entendida, y nada más lejos que de proponer ningún tipo de rebelión. Por supuesto que la disciplina es necesaria, pero son prescindibles algunas formas con las que se impone.
Verdadero liderazgo
Quedan muchos mandos todavía que no han comprendido bien lo que significa la motivación y el liderazgo, y consideran, sobre todo, su atribución jerárquica para la recurrente imposición de una orden por encima de cualquier razón.
Vale que las cosas tienen que estar estructuradas, que la cohesión de los sistemas debe ser precisa, pero ¿por qué no se ocupan de vez en cuando en reflexionar que el verdadero liderazgo de un mando se halla en la capacidad para influir a sus subordinados en la leal propuesta de unas directrices, de una motivación, para alcanzar los propósitos que conducen a objetivos deseados por todos? ¿No sería conveniente hacer común la visión del cumplimiento eficaz entre las partes bien relacionadas, desde la relación individual con los subordinados hasta la relación colectiva con estos?
A eso nos puede llevar la propia deontología del mando, desde su ejemplaridad, la buena disposición en un comportamiento ético que lo define como tal, sin perjuicio a su autoridad, pero con la adaptación y flexibilidad necesarias que harán de su persona un verdadero líder, capaz de mantener esa dinámica relación líder/subordinados para superar las dificultades en la compleja función que le está encomendada al equipo.
Pero no olvidemos que, EQUIPO, tiene un significado que no es baladí: se trata del mantenimiento constante de la unión en el propósito de hallar los objetivos para cubrir todas las necesidades, que le son exigidas en sus funciones instrumentales, pero también la de la satisfacción de las necesidades afectivas de sus componentes.
Sigo creyendo que la cultura organizacional de ciertos estamentos requiere una adecuada adaptación en su proceso de socialización.
Si todo eso no es así, como se requiere, el proceso debe ser otro, o sea el de la denuncia, con educación, pero con firmeza.
Será necesario ocuparse de ello, para evitar consecuencias, para que el río no se desborde con sus trágicas inundaciones.
(1)Según datos del INE, en 2020 la tasa de suicidios en España era de 8,3 por cada 100.000 habitantes, pero desde la asociación Predepol–Zero Suicidio Policial llevan años haciendo un minucioso recuento a través de una red de agentes de todos los cuerpos que han ido conformando por todo el país, y que informan cuando se produce un caso de suicidio: la media del último lustro es de 33 suicidios al año, lo que hace que la tasa entre agentes sea de 14,10 suicidios por cada 100.000 habitantes.
Bibliografía: ¿TODO POR LA PATRIA? Daniel Jesús López Vega, Sotavento Editores Consultores.