Con las recientes lluvias, intensas lluvias con varias vidas truncadas y centenares de millones de euros perdidos, una vez más se ha agitado el debate sobre las alertas meteorológicas y esa cansina queja de que los/as meteorólogos/as no aciertan y alarman innecesariamente. Yo la verdad es que sigo perplejo estos debates y más cuando se suscitan en el ámbito político.
Seguimos sin entender nada y comprendo que mucha gente no termine de dominar el lenguaje meteorológico y sus especificidades, ¿pero cargos políticos de peso? Si no saben ¿no hay técnicos cercanos que le digan que no, que esto no va así? Pues parece que esto no va así y ahí estamos en los medios de comunicación criticando a todo lo que se mueve y con una razón contundente: “a MÍ y a MI entorno de responsabilidad, no me han afectado”. La conclusión sale sola, si a MÍ no me ha afectado es evidente que han hecho muy mal en alertarme.
–Pero oye, que la lluvia ha arrasado el pueblo de al lado.
–Eso es, tú lo has dicho, es el pueblo de al lado.
El lobo
¡Que viene el lobo! ¿Quién no recuerda el cuento infantil? Pero a diferencia del cuento el tema no está en si es probable que el lobo venga o no venga que, por cierto, cuando dicen que puede venir, suele venir. Ya eso no vale, ahora quiero saber si el lobo es grande o mediano, si viene solo o en manada, a qué hora va a venir y quiero saber con certeza si se va a comer a “MI oveja”.
El resultado es claro, o “el lobo” viene a la hora prevista y se come a “MI oveja” o el aviso y la alerta son “infundados y alarmistas”.
Por supuesto si la predicción y la alerta se quedan cortas esas mismas personas se quejarán de “imprevisión”.
¡Tremendo! ¿Seguiremos viendo a personas con alta responsabilidad institucional mirando el reloj porque en el aviso han dicho que va a nevar a las 18 horas y son las 18:30 y todavía no nieva?
No, no me contestes que me frustro.
Estado de situación
¿Recordamos de dónde venimos? No estaría mal recordarlo porque el avance ha sido espectacular y la mejora de las predicciones es casi increíble. La imagen lo dice todo.
Por supuesto el seguimiento, en tiempo real, de lo que está sucediendo no tiene parangón en la historia.
¿Y qué tenemos? En los grandes fenómenos adversos vamos teniendo aproximaciones con varios días de antelación. Cuarenta y ocho horas antes tenemos una predicción muy buena y veinticuatro horas antes, una predicción impresionante ¿superior al 90%?, casi siempre sí. Y sin embargo, antaño no nos quejábamos de la predicción, perdón, de la falta de predicción o al menos, no tanto como en la actualidad y ahora la exigencia supera con mucho a las posibilidades de la ciencia.
El sistema tiene que acertar. No valen medidas aproximadas. Tienen que ser las exactas, calle por calle, portal por portal, vivienda por vivienda. Me tiene que afectar a MÍ.
Si se dice: «¡que viene el lobo!», tiene que venir y comerse a MI oveja. No vale con lanzar un aviso amarillo y que “después de visto” sea una alerta naranja. «¡Imprevisores!» Lo mismo pasa al revés si se dio naranja y se quedó en amarillo. ¡Alarmistas!
Y no solo no se dice que no es posible acertar al 100%, si no que cada vez se exigen más responsabilidades y se da más caña. ¿Qué está pasando?
Tenemos unos servicios meteorológicos excelentes que se mueven en un campo complicado y siempre relativo. ¡Hablamos de predicción! Esto es, una conjetura sobre algo que puede suceder o no, basada en unos datos o estudios técnicos que intentan acercarse a la realidad, pero sin lograr alcanzarla. Nunca hemos tenido tanta precisión como ahora y sin embargo, nunca se han producido críticas tan feroces como en este momento.
¿Y qué hay que hacer?
En mi opinión, no se debe transmitir permanentemente, desde puestos de responsabilidad, la sensación de que los sistemas de predicción no funcionan. ¡No es verdad! El sistema no es perfecto, pero funciona.
Tenemos que dar un mensaje claro a la población de que “se sabe lo que se sabe”. Que se establecen pronósticos, no certezas. Que se establecen probabilidades, pero que no se puede saber el día anterior ni cuántos litros exactamente caerán en tu pueblo o ciudad, ni tampoco cuándo, con absoluta precisión.
Y no, aunque al parecer, algunas personas exigen saber a qué hora llegará el lobo y a qué oveja se comerá, eso no es posible técnicamente.
Y sí, como hay un youtuber que acertó con el pronóstico en el último episodio, esta persona empezará a opinar y ser la estrella en los medios de comunicación como si los sistemas oficiales no sirvieran.
Como decía Forges ¡País!
En realidad creo que lo que ha ocurrido con la queja por las previsiones no cumplidas exactamente es que los predictores están bajo un gobierno de signo político opuesto a quien se quejó. Si en el gobierno central estuviera el mismo partido de quien se quejó todo hubiera sido disculpado y justificado. Es la vergüenza de la manipulación política.